Me han pedido que escriba algo sobre D. Abundio, nada fácil sobre una persona tan rica en matices. Esto solo puede ser un testimonio de alguien que le ha leído y sobre todo conocido durante muchos años.
Mi primer contacto con él, fue en el año 1958, en un retiro que dio a un grupo de militantes en Carabanchel Alto. Desde entonces siempre cercano a su influencia.
Nació D. Abundio en Jaraicejo (Cáceres), tierra de conquistadores y valientes y algo se le debió de pegar. Era el tercer hijo del matrimonio formado por Gregorio García Rebollo y Clodoalda Román Soleto. Tuvo tres hermanos, el primero falleció de pequeño, su hermana Magdalena, carmelita descalza en Granada, y María Luisa, también religiosa de María Inmaculada en Madrid.
Hacia 1912 la familia sale del pueblo y se traslada a Madrid y el padre se coloca de recadero en el Convento de las Carmelitas Descalzas de la calle Ponzano.
D. Abundio con el tiempo entra en el seminario y es ordenado sacerdote el 14 de Junio de 1930 y por el hecho de ser sacerdote estuvo a punto de ser fusilado en 1936.
A partir de aquí me fijaré en algunos aspectos de su rica personalidad que a mi me parecen importantes.
Don Abundio Sacerdote
Afirmó que su vocación al sacerdocio fue clara y contundente desde el principio. «No me imagino sin ser sacerdote» decía. Solo este convencimiento ya es importante y demuestra que no hubo duda en lo que quería ser: «Una vida de servicio a los trabajadores«
Su experiencia en Entrevías, rigiendo un colegio de casi 500 niños en plena Republica, con un ambiente hostil y de odio a Cristo, marcó su vida sacerdotal. ¿Por qué le odian? ¿no fue Cristo un trabajador como ellos? Estaba claro que le odiaban porque no le conocían. La conclusión clara: «Hay que darles a conocer a Cristo» y a eso dedicó su vida y su tiempo.
El era feliz en el ambiente obrero, como disfrutaba celebrando Misa los domingos muy temprano a los trabajadores del servicio de limpieza en los «cantones» del Ayuntamiento, antes de salir a trabajar.
Siendo Delegado Eclesiástico del Sindicato fue donde conoció verdaderamente el alma del trabajador.
Fue un referente sacerdotal para los que le conocían en la Diocesis, como para los Consiliarios de Hermandades.
Era proverbial su amor a la Iglesia y a menudo nos decía: «La palabra Iglesia, tiene que tener en vosotros, resonancias amable, no en vano es madre y maestra, es la obra predilecta de Cristo y nos ha trasmitido integro el deposito de la fe a través de tantos Santos y Martires a lo largo de los siglos«.
Don Abundio Emprendedor
No hay duda de que D. Abundio fue un gran emprendedor, supo rodearse de los mejores y hacer equipo y también confiar en ellos consiguiendo así que su gran prestigio sirviera de aglutinante con todos.
Fue una mezcla de prudente, por la falta de medios y arriesgado, pues de lo contrario tampoco se habría hecho todo lo que se hizo. «Hay que hacer lo que se debe, aunque se deba lo que se hace» solía decir. Y todo esto avalado por su gran confianza en Dios y su sentido providencialista.
Decía: «Hacer lo que tenemos que hacer, pero siempre mirando al cielo y colgados de la providencia como de hijos con su padre«
Fundó Hermandades del Trabajo junto a un grupo de seglares, tampoco sabía lo que aquello podía resultar. El Obispo le dijo: «Lo que hace usted dentro de los Sindicatos, hágalo fuera«
Y así empezó todo, el solo iba haciendo lo que Dios quería. Y a Hermandades dedicó su vida, primero en Madrid, después en provincias y mas tarde en América.
Hombre y Maestro de Oración
Como hombre de oración nos lo enseñó con el ejemplo, viéndole en la capilla desde muy temprano, dedicado a lo que el definía como «trato con Dios» a decir de Santa Teresa.
Conocía muy bien a los místicos: Santa Teresa, San Juan de la Cruz, San Ignacio de Loyola y siempre nos recomendaba sus lecturas o nos regalaba algunos de sus libros.
En las entrevistas que regularmente tenía con dirigentes y militantes, capítulo obligado era preguntarles por su vida de oración.
No entendía la vida de un apóstol sin una regular vida de oración, entendida como meditación de la palabra de Dios o visita al Santísimo.
Formador de apóstoles seglares
D. Abundio se alegró mucho cuando el Concilio, vino como a sancionar y auspiciar la mayoría de edad de los seglares, justo eso es lo que el venía practicando desde el comienzo de las Hermandades. La famosa «sinodalidad» caminando y decidiendo juntos, para el era la forma normal de actuar con los seglares.
En este caminar acompañados, íbamos aprendiendo lo que sería parte de nuestra formación, desde la convivencia fraterna, la madurez espiritual y religiosa, asumir responsabilidades en la organización, ser un trabajador solidario y buen compañero, hasta las obligaciones familiares, el amor a la Iglesia o su cometido sindical.
Para D. Abundio todo esto constituía la madurez de un apóstol seglar y a ellos había que dedicar los mayores esfuerzos. Solo hay que leer los mensajes de D. Abundio a los Consiliarios para entender la importancia que el daba a la formación de los militantes. Esa fue su encomienda y formar apóstoles
seglares su cometido fundamental.
Su estilo de vida
Sin duda D. Abundio supo llevar un estilo de vida austera y sencilla como opción personal.
Pudo sin duda, haber vivido con mas comodidades, pero nunca echó de menos nada para él, al contrario, su carácter desprendido le caracterizaba, lo que nos inculcaba a nosotros le salía de dentro porque lo vivía.
Todo esto y vivir consciente de la voluntad de Dios, le daba como un aire distinguido en su forma de vida, propio de espíritus selectos.
Por ultimo, destacar su amor a la Virgen, también era algo que le venía de dentro y que a todos recomendaba. En cualquier obra de Hermandades siempre andaba ella de titular.
Todo lo anterior aunque mal escrito, son algunos rasgos de la vida de un Santo.
Yo creo sinceramente que lo es, solo falta que la Iglesia lo reconozca.
En esas estamos.
Pedro Martín Nogal
Presidente de la Fundación Abundio García Román.