Si el grano de trigo no muere -dice Jesús- no puede dar fruto. La semilla germina escondida en la tierra y sale a la luz como fruto esperanzado. Es el milagro de la cepa desnuda del invierno que revienta de vida en el otoño. Es cuestión de siembra y espera. Los campesinos lo saben muy bien. Echar la semilla y esperar. A la larga, florecerá.
En el desierto de nuestro mundo desesperanzado, es necesario SEMBRAR pequeñas semillas de esperanza, gestos cotidianos, compromisos y renuncias. A veces soñamos con ideales tan inalcanzables que, como nos somos héroes, nos venimos abajo y nos sumamos al mundo del “no se puede hacer nada” … Necesitamos CONVERTIRNOS a los pequeños gestos de solidaridad (LIMOSNA) cotidiana a costa de una renuncia (perder un “cacho” de vida para ganar un todo…): una sonrisa, un saludo, un mínimo voluntariado, una visita, una WhatsApp, … Es el “dar” que adquiere todo su sentido en el “dar-se”.
Tomás Priego Martínez
D. V de Cuaresma. (B) Jn.12,20-33. 17 de marzo de 2024