Hace unos años tuve la inmensa suerte de conocer en Mallorca a Toni Nadal, el entrenador de Rafa Nadal y le escuché decir una cosa que me llamó la atención. Toni Nadal me decía que en la Academia de tenis que Rafael tiene en Mallorca intentan implementar un pensamiento en todos los jóvenes tenistas que ingresan con una frase tan sencilla como: «Acepta y sigue». ¿Dónde está la clave de este pensamiento?
En la vida, como en el tenis, las cosas que intentamos hacer no siempre salen bien. Algunas veces la bola se queda en la red, es decir, no llegamos a completar nuestro objetivo; otras veces se nos va fuera, es decir, no acertamos en lo que queremos o deseamos y, otras veces, la vida nos devuelve una bola con tanta fuerza que no somos capaces de responder.
La frase «Acepta y sigue» esconde el poder de la resiliencia, pero también la fuerza de la resignación.
«Acepta y sigue» no quiere entrar en un bucle infinito donde la pregunta «¿por qué me pasa esto a mí?» solo engrandece una herida que nunca sanará.
«Acepta y sigue» huye de volver a preguntarse cuál es mi vocación o si me habré equivocado al escoger este camino vital.
«Acepta y sigue» reconoce que lo hecho, hecho está, que no hay marcha atrás, sino sólo la posibilidad de seguir adelante.
«Acepta y sigue» invita a crecer, a superar la dificultad, pero jugando, trabajando, reconstruyendo la relación con aquello que te importa.
«Acepta y sigue» cierra la puerta a un mal espíritu que quiere regocijarse en el dolor y abre la puerta a una esperanza que sólo quiere que des un paso adelante.
Alguien me podría decir que es muy fácil decirlo, pero muy difícil ponerlo en práctica, y es verdad, pero no por ello hay que dejar de intentarlo. Se trata de un momento donde hay que decidir entre tirar la toalla y enfrascarte en duras batallas espirituales infinitas, o seguir. Tú decides. La bola sigue en juego.