Jesús se eleva al cielo y da a sus discípulos las últimas recomendaciones, como el padre a sus hijos antes de partir para un largo viaje, enviándolos por todo el mundo a anunciar su Evangelio. Pero no están solos, abandonados. «El Señor cooperaba con ellos confirmando la palabra con las señales que los acompañaban». La Ascensión del Señor no es el fin de su presencia entre los hombres, sino el comienzo de una nueva forma de estar presente: a través de su Iglesia. ¡Es la hora de la Iglesia!
La persona de Jesús, su acontecimiento pascual, su misión salvadora que revela al Padre, tiene una dimensión universal. No es posible que la vida entregada-pasión consumada-resurrección luminosa de Jesús se reduzcan a un pueblo (el judío) o a una geografía (Jerusalén y ámbito mediterráneo).
Ascensión del Señor (B) Mc.16,15-20. 12 de mayo de 2024
Don Tomás Priego Martínez

